Los castigos son perjudiciales

. miércoles, 6 de diciembre de 2006
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Os mostramos esta reflexión sobre el escaso valor educativo que el castigo tiene aplicado a los niños como medida de ajuste. El castigo, más que corregir una conducta inadecuada, viene a reforzar futuras acciones de riesgo. Así lo entiende la psicóloga infantil de la Universidad Católica de Chile Neva Milicic Muller. La autora del libro “A ser feliz también se aprende” expresa que

Aquellos padres que utilizan el castigo como una forma de educar a sus hijos se relacionan con conductas de violencia y desadaptación cuando los hijos son preadolescentes y adolescentes.

El castigo en sí mismo carece de valor pedagógico y es una muestra frecuente de la incapacidad, carencia afectiva y estrés de los padres.

Es un gran error aplicar cualquier tipo de castigo a los hijos, porque provocan daños importantes en su desarrollo. El problema está en que los padres creen que está bien castigar y decirle al hijo ‘como te sacaste malas notas no vas al cumpleaños de tu amigo’, y no saben que no sólo eso es dañino para los niños, sino que además no sirve de nada, porque los castigos no son efectivos.

La alternativa al castigo, para Neva Milicia, está en tres puntos fundamentales y complementarios:

  • Las conductas tienen consecuencias
Los padres deben tener claro que para educar y enseñar a los hijos no es necesario castigar; aunque sí es importante que los niños aprendan que sus conductas tienen consecuencias y que debe tener alguna sanción frente a los problemas que crea.
  • Sustitución del miedo por la responsabilidad

Que en el castigo el niño paga su culpa, pero no hace propósitos para el futuro ni repara su falta. La idea es que no hagan las cosas por miedo, porque eso pierde su efectividad.

  • Privación de privilegios

Es la medida más efectiva, porque conduce a la autodisciplina, que debería ser la meta de todo sistema educativo… Para enseñar a los hijos a ser disciplinados, a obedecer, a respetar y a cumplir con lo que se espera de ellos, es fundamental que los padres promuevan normas y límites democráticos, y a enfrentar los errores que cometan con tranquilidad y cariño.

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