El castigo en sí mismo carece de valor pedagógico y es una muestra frecuente de la incapacidad, carencia afectiva y estrés de los padres.
Es un gran error aplicar cualquier tipo de castigo a los hijos, porque provocan daños importantes en su desarrollo. El problema está en que los padres creen que está bien castigar y decirle al hijo ‘como te sacaste malas notas no vas al cumpleaños de tu amigo’, y no saben que no sólo eso es dañino para los niños, sino que además no sirve de nada, porque los castigos no son efectivos.
La alternativa al castigo, para Neva Milicia, está en tres puntos fundamentales y complementarios:
- Las conductas tienen consecuencias
- Sustitución del miedo por la responsabilidad
Que en el castigo el niño paga su culpa, pero no hace propósitos para el futuro ni repara su falta. La idea es que no hagan las cosas por miedo, porque eso pierde su efectividad.
- Privación de privilegios
Es la medida más efectiva, porque conduce a la autodisciplina, que debería ser la meta de todo sistema educativo… Para enseñar a los hijos a ser disciplinados, a obedecer, a respetar y a cumplir con lo que se espera de ellos, es fundamental que los padres promuevan normas y límites democráticos, y a enfrentar los errores que cometan con tranquilidad y cariño.